Por René Sánchez
Los pitchers de las Grandes Ligas tendrán la obligación de enfrentar un mínimo de tres jugadores, para evitar que se den cambios continuos en el montículo del diamante de juego.
Pese a la resistencia de los más tradicionalistas y conservadores aficionados al beisbol, la organización de las Grandes Ligas sigue buscando diferentes opciones para no sucumbir ante el dinamismo de la modernidad por lo que se tomó la determinación de imponer a los pitchers relevistas, que ingresen en cada partido de la próxima temporada, la obligación de enfrentar a un mínimo de tres jugadores, se pretende evitar que se den muchos cambios en poco tiempo en el montículo retrasando los juegos y pausando demasiado la acción, tanto para el público en los estadios como para los que siguen las transmisiones por televisión.
Así lo informó el propio Comisionado de las Ligas Mayores Rob Manfred, quién señaló que la otra opción para los lanzadores de relevo será terminar la entrada en la que ingresaron o el turno de sus rivales, completando los tres outs para evitar que se pierda tiempo en la tradicional charla del manager con sus jugadores en la lomita, así como la lenta salida de un pitcher que es relevado y el calentamiento de su sustituto, transcurriendo en ocasiones, así lo comentó Manfred, hasta 5 minutos para todo ese protocolo.
El Comisionado recalcó que no ha sido fácil tocar estos temas ni tratar de convencer a peloteros, managers e incluso a los dueños de las franquicias de que es necesario modificar algunas cosas porque el mercado actual así lo requiere, porque los ratings muestran bajas sensibles en cada larga pausa de un juego y porque los patrocinadores han presionado y porque demasiados partidos rebasan el promedio de 3 horas que soportan los “nuevos” aficionados o “millenials” del rey de los deportes y que inevitablemente están tomando el lugar de los más veteranos en las gradas con otras costumbres y formas de vida pese a su apasionado amor a este juego.
Manfred anticipó también que ésta no será la única decisión a tomar por el bien del juego y sobre todo del gran negocio de las Grandes Ligas.