Por Karina Elián Salinas

La cultura de Oriente es de las más enriquecedoras y místicas, en el terreno de la música, hay distintas vertientes que captan nuestros sentidos de manera inmediata. Un caso específico es el de la bajista Linda Oh, quien se ha desenvuelto en el camino de la sincopa desde hace varios años, además de fungir como directora de orquesta.

La intérprete nació en Malasia, y desde muy pequeña tuvo que emigrar con su familia hacia Australia, desde los cuatro años comenzó a tomar clases de piano, y al crecer sólo veía como un hobby el dedicarse a la música, fue hasta que vio a su tío (quien era bajista), bueno siendo más exactos, lo vio en una presentación con su instrumento al cuello, con lo que Linda supo que jugar con las notas se convertiría en algo más que un pasatiempo, y claro además de que su propio tío le regaló su primer bajo.

Con el álbum “Entry”, debutó como líder de su agrupación, ya que inicialmente tocaba en “big bands”, de su comunidad, aparte de que por un tiempo tocaba rock, hasta que entró de lleno al mundo del jazz con estos dos proyectos.

En el 2005 obtuvo la beca “Bob Wyllie”, otorgada a la mejor concertista de su generación, así como también recibió el “Premio de la Campana 2010” el cual reconoce a jóvenes artistas de Jazz en Australia. La lista de reconocimientos es extensa.

A pesar de que ella misma ha expresado que el abrirse paso dentro de esta industria le ha costado mucho trabajo, ha logrado a su corta edad, contar con diversas distinciones dentro de su carrera.

Fue muy difícil para toda su familia el dejar Malasia,  además de los problemas de la época debido a la Revolución Cultural que se atravesaba, al grado de ser fuertemente discriminados al llegar a Australia, ya que no eran bien recibidas las personas provenientes de Oriente.

Por ello en la canción “Desert Island Dream”, escrita por Linda, habla sobre ese episodio, además de que ella ha manifestado que al escuchar las historias de lo que su familia ha pasado, y el saberse sobreviviente de todo ese proceso, le ha servido de inspiración para tocar jazz y para desafiarse a utilizar otros instrumentos para expresar sus emociones.