Por Karina Elián Salinas

Cuando el crimen y el misterio van de la mano de la literatura, es inevitable (aunque sea por instantes) convertirnos en detectives a través de cada página.

Una de las figuras representativas dentro de la novela detectivesca es la escritora inglesa “Agatha Christie”, quién despertó el gusto por la lectura desde su infancia sin ambicionar convertirse en una famosa escritora, ya que lo que ella tan sólo anhelaba era tener un matrimonio feliz.

Se desempeñó como enfermera durante la Primera Guerra Mundial, al igual que trabajó en un dispensario cercano a la Cruz Roja, de donde algunos críticos especulan obtuvo información para relatar sus asesinatos con mayor precisión ya que la mayoría se realizaban con veneno. 

Su primera novela fue “El misterioso caso de Styles”, publicada en 1920, donde aparecería por primera vez el famoso detective “Hércules Poirot”, quién se caracteriza por ser el único personaje ficticio del cual se publicó un obituario en el “New York Times”, después de su última aparición en el libro “Telón” en 1975. 

Otro de los personajes característicos de la novelista fue “Miss Marple”,  quién descrita por Christie es una anciana solitaria amante de los enigmas, lo cual es de gran ayuda al lograr descubrir casos que hasta para los mejores inspectores suelen ser imposibles de resolver.

A finales de 1926 el estado mental de la autora británica sufrió un fuerte golpe, debido a la muerte de su madre y a la infidelidad de su primer esposo, llevándola a desaparecer por once días, este suceso causó gran controversia dentro de la opinión pública, ya que en algunos casos pensaban  que solo se trataba de publicidad para la escritora.

Agatha Christie publicó diversas novelas y obras de teatro, principalmente con argumentos donde intervenían sus dos personajes principales Poirot y Marple, permitiendo al lector formular hipótesis para descifrar la identidad del culpable.

El estilo literario de Agatha Christie se puede describir sencillamente con una de sus  famosas frases: 

“La mejor receta para la novela policiaca es que el detective no debe saber nunca más que el lector”.