Por René Sánchez
Independientemente del análisis sobre si tiene razón o no, proclamarse a sí mismo como una “leyenda”, este no fue un detalle de buen gusto por parte del “Chicharito” en su presentación oficial como jugador del Galaxy.
Primero habría que aceptar que casi todos (y me incluyo) utilizamos dicha palabra para calificar “personas” y conceptualmente está mal hecho ya que una “leyenda” no es un individuo sino un relato o relatos que cuentan y describen hechos humanos sobrenaturales y que se transmiten a través de las generaciones ya sea de manera oral o escrita (actualmente también por medio de imágenes), por lo que el término correcto para hablar de la carrera o la trayectoria de Javier Hernández debería ser entonces “La Leyenda del Chicharito”.
Después de dicha aclaración habrá que discutir en que contexto podría considerarse lo hecho por el delantero mexicano como algo “sobrenatural” y me parece que ese calificativo sería sumamente exagerado aunque sí lo podemos denominar como “sobresaliente o extraordinario” porque esas palabras sí describen su paso por Europa simplemente porque muy pocos como él (hablando únicamente de futbolistas mexicanos) han podido destacar en alguna liga importante del viejo continente y aún así tenemos que poner al tapatío todavía muy por debajo de Hugo Sánchez o Rafael Márquez, quienes conquistaron mayores logros y mayor trascendencia en los mismos lugares que el “Chicharito”.
Otra cosa muy distinta sería comparar la carrera de Javier con la de muchas otras figuras internacionales. Ahí sí hallaremos a muchos que han logrado mejores cosas y números que él, lo que sin embargo no demerita su imagen como gran representante de nuestro país en el extranjero, sobre todo porque para nadie es un secreto y para él no es una ofensa (ni es la intención) que digamos y aceptemos que nunca fue el más hábil ni el más rápido, ni el más fuerte ni el más talentoso en sus equipos, pero precisamente por eso hay que alabar sus logros, ya que con muchas otras cualidades pudo llamar la atención, recibir y aprovechar grandes oportunidades y alcanzar los sueños que en este deporte muchos (algunos lo negarán) hubiéramos querido al menos rozar.
Si hoy Javier Hernández es humilde o fatuo, si sigue siendo simpático o ha dejado de serlo, esa es otra cosa. Si hace grupo o solamente ve por si mismo también es problema suyo. Si perdió el piso y no acepta críticas eso simplemente lo convierte como a todos los seres humanos, en alguien vulnerable y susceptible a equivocarse.
Su vida personal no debería importarnos ni tampoco su comportamiento fuera de la cancha porque en ese ámbito no es mejor ni peor que cualquier otro.
Por todo eso y sin ser su más grande admirador habrá que reconocer que aunque “alabanza en boca propia es vituperio”, el “Chicharito” sí será un futbolista legendario cuando termine de escribir su historia (su leyenda) dentro de la cancha.