Garbiñe Muguruza llegó a la cima y se cayó. 

Por René Sánchez

La perla nacida en Venezuela, pero de nacionalidad española, debutó como profesional en el 2015 y fue campeona en Roland Garros en el 2016 empezando así un meteórico ascenso en la clasificación mundial. 

Ganó el título de Wimbledon en 2017 y el 11 de septiembre con 23 años de edad se convirtió en la número uno del mundo, algo histórico para España que dominaba en la ATP con Rafa Nadal y con Garbiñe en la WTA al mismo tiempo. 

Entonces todo era color de rosa en su vida y en su carrera, pero no soportó la presión ni el ritmo de vida de una figura y sus resultados comenzaron a cambiar. Perdió una y otra vez, con alguna victoria menor de repente pero nada trascendente. 

Quiso defender su título en el césped de Wimbledon al año siguiente, pero fue eliminada por la 121 del ranking en primera ronda, algo que no le sucedía desde el 2014 como juvenil. 

Poco a poco cayó en depresión. Ya no disfrutaba jugar y no podía ganar en torneos importantes. Un círculo vicioso que la hizo abandonar su carrera durante varios meses dedicándose incluso al montañismo, una actividad que le despertó los sentidos para darse cuenta que podía vencer a su propia mente, torturada por fallarle a los que tanto confiaron en ella. 

Hoy la espigada y atractiva tenista esta de vuelta, lista para empezar de nuevo, para dedicarse de lleno al tenis, con nueva entrenadora como Conchita Martínez, con quien ya logró ganar Wimbledon en 2017 antes de separarse, con quien busca recuperar su esencia, su mejor estado de ánimo y su mejor tenis, lo que pondrá a prueba este mes de enero, este fin de semana, en su presencia en el Torneo de Shenzen, un evento sin las Top del ranking pero necesario para Garbiñe que es tan sólo la No.36 del mundo.