Seis años duró la etapa de Luis Suárez como centro delantero del Barcelona. El uruguayo llegó en el 2014 al equipo catalán buscando llenar un hueco y cumplir una función que cualquier club, sobre todo uno grande e importante, necesita para trascender, para superar a sus rivales, para ganar partidos y conquistar títulos.
Polémico desde su llegada tras aquel capítulo de la “mordida” al italiano Giorio Chiellini en la Copa del Mundo de Brasil 2014, mismo que no importó para impedir su fichaje con el cuadro culé y que representó para el uruguayo un verdadero salvavidas cuando los críticos querían verlo fuera del futbol por “sucio y marrullero”, el “dientón” entendió inmediatamente lo que tenía que hacer como azulgrana: entregarse y hacer goles, y con momentos buenos y otros no tanto, cumplió su cometido, convirtiéndose en el tercer máximo anotador en la historia del club.
El charrúa generó 198 festejos, sólo detrás de Lionel Messi que suma 704 y de César Rodríguez que hizo 232 y por adelante del histórico Ladislao Kubala quien se quedó en 194. Además aportó 109 asistencias en 283 partidos y conquistó 13 títulos: 4 de Liga, 4 Copas del Rey, 2 Supercopas de España, 1 Champions League, 1 Supercopa de Europa y 1 Mundial de Clubes y revisando todo, cifras y momentos, es claro y evidente que Luis Suárez cumplió con creces, llenó ese hueco vacío y lo atiborró de goles y de esfuerzo, de sudor y entrega, de calidad y clase, como una “bestia del área”.
Sin embargo para Ronald Koeman, el nuevo director técnico del Barcelona, su presencia ya no será necesaria pese a su declarada voluntad por luchar por el puesto aún desde la banca, y su profunda y gran amistad, bien conocida por todos, con Lionel Messi y su familia, podría ser ahora el acabose para la institución culé dependiendo de cómo asuma y acepte o no el astro argentino, la partida sin honores de su alma gemela.
De la salida del delantero uruguayo de 33 años, dependerá ahora el futuro y el destino del gran símbolo del barcelonismo y la nueva historia del club catalán.